LIBERTAD E IGUALDAD
En
el abanico de promesas y ofertas que los políticos siempre hacen a los
electores, cual pretendiente galanteando a su gustada y amada fémina, siempre
se encontrarán dos que en realidad son diametralmente opuestas: “LIBERTAD” e
“IGUALDAD”.
ADAM SMITH (1723 - 1790) |
En
su momento, el economista Adam Smith,- el de la idea de la “Mano Invisible” que
regulaba la economía por si sola-, hizo una exposición fuertemente condicionada
por su oposición a la herencia de prácticas feudales como la intervención del
Estado en cuestiones económicas y productivas.
Según
Smith, la Mano Invisible expresa la capacidad de una economía de mercado para
obtener automaticamente el máximo bienestar social a través de la búsqueda del
propio interés.
LA MANO INVISIBLE |
En
su pensamiento defendió a ultranza la liberación del mercado e industria, a modo
de brindar espacio a la iniciativa individual e incondicionada de cada uno,
quien procurando satisfacer su interés particular llevaría al progreso general
de la nación.
Para
Smith los hombres son naturalmente desiguales,- física e intelectualmente-, y la
libertad de iniciativa debe dar lugar al desarrollo de esos distintos talentos.
Por esto mismo, gracias a la división del trabajo, existen diferentes clases
sociales acordes a cada talento.
Pero,...
¿logra esa libertad el bienestar general? o... ¿colabora a la creación de
mayores desigualdades entre los hombres?
Este
mismo tipo de interrogantes preocuparon a Karl Marx, quien de manera opuesta a
Smith, defendió la igualdad por sobre todos los demás derechos. Según éste, sólo
a partir de garantizar la igualdad entre los hombres podrían éstos ser libres.
La
libertad y la igualdad no son derechos absolutos. Entre ambos existe una fuerte
tensión. Si se pretende garantizar ante todo la libertad, ¿significa que en
función de ello se puede hacer cualquier cosa?
Si
se es libre de hacer cualesquiera cosa, ¿no se podrá estar interviniendo en la
libertad de otra persona?
Y,...
si se opta por defender la igualdad ante todo, ¿no sucede acaso que se obliga a
los hombres a convertirse en algo que no son o que no desean ser?
Es
difícil saber cómo resolver estas tensiones entre la libertad y la igualdad. Tan
difícil que han dado origen a los dos grandes modos de pensar dentro de la
Economía Política: La propuesta capitalista liberal que sigue las ideas de
Smith y defiende la libertad como prioridad, y la propuesta
socialista/comunista que propuso Marx y coloca su eje en la defensa de la
igualdad.
KARL MARX (1818 - 1883) |
Paréntesis:
En
el presente escrito se hace referencia a la igualdad tomándola en su acepción
económica, no en la jurídica que establece que, no se debe un trato igual a
todos sin importar sus diferencias. La igualdad del caso en comento se asemeja
más a un “igualitarismo” o “egalitarismo”.
En
la actualidad, está ya superada la idea de igualitarismo o egalitarismo como
sinónimo del concepto de igualdad. El Derecho Constitucional establece que, la
igualdad está realmente reflejada en el Principio de Igualdad, mismo que
prescribe, manda y obliga que, todos los hombres deben ser
tratados igualmente por el Estado en cuanto a lo que es esencialmente igual en
todos ellos, esto es, en los llamados derechos fundamentales que están
contemplados en las constituciones, que son el corolario de la dignidad humana.
Así, trato igual a los iguales y desigual a los desiguales.
Pretender
tratar igual a todos es realmente una violación de la igualdad,- y del
Principio de Igualdad-.
Como
ejemplo, en países de avanzada socialista auténtica, como Suecia, Dinamarca,
Finlandia, aquellas personas que deseen ser ricos y lo puedan ser, llevan sobre
sus hombros una tremenda carga impositiva, misma que es tremendamente
progresiva. Contrario sensu, los “pobres” reciben los servicios básicos de
educación y salud en forma gratuita y de gran calidad, sufragados por aquellos
otros.
Continuando...
Según una
antigua y extendida concepción, la igualdad constituye un peligro para la
libertad.
Un lugar
adecuado para buscar respuestas a esta contradicción es en la obra “Democracy
in America”, de Tocqueville. En ella se percibe la fascinación del
autor por la igualdad y sus efectos. Su preocupación central y su valor más
alto es la libertad.
Tocqueville
teme que la igualdad destruya la libertad, tanto como su búsqueda de una
solución para el problema de cómo se las puede hacer coexistir, si es que hay
alguna manera de hacerlo.
En primer
lugar, para Tocqueville, a lo largo del mundo civilizado la igualdad es
creciente e inevitable, dado que ésta casi ha alcanzado sus límites naturales
entre los ciudadanos,- masculinos blancos-, en los Estados Unidos de América,-
EE. UU.-.
Luego, la libertad
es un bien de suprema importancia, quizás más grande que la igualdad; pero es
seguro que, el amor a la igualdad es más grande que el amor a la libertad, por
lo cual, la supervivencia de la libertad es más dudosa.
Una condición
necesaria para la libertad es la existencia de fuertes barreras al ejercicio
del poder, ya que la concentración de poder implica, por naturaleza, la muerte
de la libertad.
Finalmente, en
un país democrático donde prevalece la igualdad política, social y económica y
donde se han levantado todas las barreras para el ejercicio ilimitado del poder
por parte de la mayoría, ésta tiene la ocasión de gobernar de manera despótica:
“La esencia misma del gobierno democrático consiste en la soberanía absoluta de
la mayoría, ya que en los Estados democráticos no existe nada que sea capaz de
oponérsele”, como el mismo Tocqueville lo proclama.
Estas cuatro
suposiciones constituyen un sólido fundamento para el temor manifestado por
Tocqueville de que, en una sociedad democrática la igualdad en la constitución
política invita a destruir la libertad. Por cierto, parecería que cuanto más
democrático es un pueblo, mayor es el peligro para la libertad.
Si bien la
igualdad es, claramente, una conditio sine qua non para la
democracia, puede no serlo para la libertad. Por el contrario, dado que la
igualdad facilita el despotismo de la mayoría, amenaza a la libertad.
Continuando...
En
la vida social existe una alta posibilidad de interferencia entre las acciones
que ejecutan todos y cada uno, razón por la cual es necesario un marco
normativo que regule el libre accionar de los hombres.
Isaiah
Berlin definió la libertad como la posibilidad que tiene el hombre de no sufrir
la interferencia de los otros. Esta definición se basa en suponer que se es
libre, si las personas o instituciones no hacen cosas en contra del individuo.
Para
regir las relaciones entre los individuos, es necesario un marco que las regule.
Pero queda claro que cuanta menor interferencia tenga un individuo por la
acción de otros o por las limitaciones que implique el marco normativo, más
libre será aquél.
Esta
acepción de la libertad no suele despertar demasiadas controversias. El
problema se da cuando se pretende ampliar la libertad de otros. Un indigente o
un mendigo que deambula por las calles no es libre. Para un individuo en esa
condición material la libertad no le sirve de mucho, puede que no sea esclavo
porque nadie le impide hacer cosas; en su caso, él es esclavo porque no puede
hacer nada.
Los
límites que la pobreza impone al ejercicio efectivo de la libertad son los que
relativiza la igualdad. Una sociedad más igualitaria debe conducir a un mayor
ejercicio de la libertad para todos. Pero para lograr que unos hombres puedan
ser “más libres”, es probable que haya que restringir a otros en forma de
intervención del Estado, cobro de impuestos, límites a la propiedad o
generación de protecciones o privilegios atentatorios contra la propia
libertad.
Lo
que Amartya Sen definió como el deseo que tienen los hombres de ser sus propios
amos aproxima al tema de la igualdad. Existen varios tipos de igualdad: Una de
naturaleza política, otra legal, la social y evidentemente la económica o
material. Las tres primeras no se contraponen con la libertad. Pero en la
última un poco más de igualdad se corresponde con algo menos de libertad. Lo
primero que debe decirse en cuanto a la igualdad material es que ella se limita
a aquello que es susceptible de ser llevado a moneda para intercambiarlo.
Lo
que no se puede intercambiar no se puede igualar. Intangibles como el deseo, la
voluntad, los gustos y otros atributos humanos, que son indispensables para ser
reconocidos como tales, son imposibles de redistribuir o de igualar. En
consecuencia, cualquier intento de igualación siempre será incompleto y dejará
trazos de desigualdad, los cuales, dejados en libertad, producirán nueva
desigualdad material entre los miembros pertenecientes a una sociedad.
Igualar, socio-económicamente hablando, partiendo de una situación de desigualdad material, supone quitarle a unos para dar a otros. Esto puede hacerse de dos maneras: Igualando los estados iniciales o igualando los estados finales.
Igualar, socio-económicamente hablando, partiendo de una situación de desigualdad material, supone quitarle a unos para dar a otros. Esto puede hacerse de dos maneras: Igualando los estados iniciales o igualando los estados finales.
La
primera forma es lo que se llama la igualdad de oportunidades. Cuando se dice “de
partida”, se hace referencia a los primeros años de vida, esos que son
determinantes para que los seres humanos adquieran capacidades y destrezas que
les serán indispensables para el ejercicio de su libertad, de ser amos de sí
mismos. La garantía de acceso a la educación, la salud y la seguridad social es
indispensable para quienes propugnan la igualdad de oportunidades.
Para los más tenaces defensores de la igualdad puede que la igualdad de oportunidades no sea sino un acto de hipocresía. Efectivamente, la igualdad de los estados iniciales puede no haber acortado la distancia al final de la carrera de la vida.
Para los más tenaces defensores de la igualdad puede que la igualdad de oportunidades no sea sino un acto de hipocresía. Efectivamente, la igualdad de los estados iniciales puede no haber acortado la distancia al final de la carrera de la vida.
Múltiples
factores intervendrán para que las desigualdades promedio se mantengan o
incluso aumenten. Bien porque no se aprovecharon las oportunidades igualadas,
porque no fueron efectivamente igualadas o porque faltaron muchísimas otras por
igualar. Lo cierto es que, para la ideología de la igualdad radical,-
comunismo-, la única igualdad verdadera es la que opera en los estados finales,
aquella donde la propiedad y el ingreso se reparten en partes iguales o según
las necesidades.
El
problema consiste en definir cuáles y cuántas son las necesidades a satisfacer.
Es por ello que, en los sistemas políticos que se organizaron en torno a la
igualdad, los salarios y la posesión de propiedades se regulaban no en razón de
las necesidades, sino sobre la base de unos mínimos, en ocasiones tan pequeños,
que la igualdad de esos pueblos se fundamenta en la escasez,- ¿Socialismo del
Siglo XXI?-.
La
perpetuación de dichos mínimos materiales, y su poca variabilidad,
independientemente de la medida en que los individuos se esfuercen, no hace
sino producir sociedades muy pobres, aunque iguales, y que a la postre, como ha
enseñado la historia, terminan permitiendo algo de desigualdad para salir de la
quiebra,- ¿los países ex-comunistas?-.
En
otras palabras, el camino a la igualdad radical, en nombre de la ampliación de
la libertad, termina reduciendo a esta última a la restringida expresión que
ella tiene entre los más pobres, solo que sin la envidiable situación que unos
tengan más que otros.
LIBERTAD E IGUALDAD |
Libertad de igualdad no son conceptos independientes. Mas bien, son excluyentes en sus extremos y tienen ciertos ámbitos de complementariedad.
La
libertad necesita de la igualdad para sostenerse, pero la igualdad sola no es
garantía de libertad, sino probablemente de su restricción al punto de no poder
tolerar a la propia democracia. La prueba de lo dicho es simple: ¿Cuántos “comunismos
o socialismos reales” fueron democráticos y libres, incluidos los reformados?
¡Saque
el lector sus propias conclusiones!
José
Roberto Campos hijo
DOM
25 OCT 15