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domingo, 25 de julio de 2021

¿JUSTICIA O VENGANZA?

 



EXFUNCIONARIOS DEL FMLN DETENIDOS RECIENTEMENTE

 

Ha muchos años, suscrito tuvo la oportunidad de interrogar a un profesor de Derecho Penal originario de Argentina: “¿Es el Derecho Penal un instrumento de justicia o de mera venganza?”

 

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Jean-Jacques Rousseau publicó en 1762 el “Contrato Social”. Dicha obra de filosofía política, trata sobre la libertad e igualdad de los hombres bajo un Estado instituido por medio de un contrato de dicha índole. En el mismo, los miembros del grupo están de acuerdo con dicho contrato social, en virtud de lo cual admiten la existencia de una autoridad, de unas normas morales y de unas leyes a las que se someten. El pacto social es una hipótesis explicativa de la autoridad política y del orden social.

 

Para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad total de la que dispondrían en estado de naturaleza. Siendo así, los derechos y los deberes de los individuos constituyen las cláusulas del contrato social, en tanto que el Estado es la entidad creada para hacer cumplir el contrato. Del mismo modo, los seres humanos pueden cambiar los términos del contrato en el momento que lo deseen; los derechos y los deberes no son inmutables o naturales y no se puede obligar a las generaciones venideras, observar preceptos y un modo de vida que no van con éstas. Por otro lado, un mayor número de derechos implica mayores deberes, y menos derechos, menos deberes.

 

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La Revolución Francesa se inició con la instauración de una Asamblea Nacional en 1789, dentro del llamado Tercer Estado, dándose por finalizada con el Golpe de Estado de Napoleón Bonaparte en 1799.

 

Sin entrar en mayores detalles: Se dio el fín de la monarquía, del feudalismo, del absolutismo y del despotismo ilustrado, permitiendo el nacimiento de un nuevo régimen bajo el dominio de una burguesía. Se da por iniciada la Edad Contemporánea y se sientan las bases de la democracia moderna, abriendo nuevos horizontes políticos basados en el Principio de la Soberanía Popular.

 

Al igual que en toda la historia, siempre, en apariencia las revoluciones son realizadas por las masas; sin embargo, éstas,- las masas-, son manipuladas e impulsadas por un grupo disidente de las clases privilegiadas que buscan hacerse con el poder para provecho propio.

 

El 14 de Julio de 1789, el pueblo de París asaltó y tomó la Bastilla, símbolo del absolutismo monárquico, también punto estratégico del plan de represión de Luis XVI, pues sus cañones apuntaban a los barrios obreros. Tras cuatro horas de combate, los insurgentes tomaron la prisión, matando a su gobernador, el marqués Bernard de Launay.

 

Aún y cuando solo cuatro presos fueron liberados, la Toma de la Bastilla se convirtió en símbolo de lo que resultaba despreciable en el antiguo régimen. Luego, las masas tomaron el ayuntamiento y se acusó al alcalde Jacques de Flesselles de traición, quien recibió un disparo mortal. Su cabeza fué cortada y exhibida en la ciudad clavada en una pica, naciendo desde entonces la costumbre de pasear en una pica las cabezas de los decapitados, lo que se volvió muy común durante la revolución.

 

Finalmente, al rey Luis XVI, se le percibió como un conspirador, ante las amenazas de la vecina Prusia exigiendo el restablecimiento de la monarquía en Francia. Entonces, en 1793 este monarca fué decapitado por ser culpable de “conspiración contra la libertad pública y la seguridad general del Estado”, en apariencia un delito inexistente a la fecha. Unos meses después, se aplicó la misma justicia a la reina María Antonieta, apareciendo luego el reinado del terror, cuya principal herramienta de justicia fué la guillotina, que sirvió para ejecutar entre 35,000 a 40,000 personas en los meses y años siguientes. Casi todos los ejecutados alegaban ser meras víctimas de una persecución política. ¡Los vítores y vivas del pueblo no faltaban al momento que la filosa guillotina arrancaba las cabezas de los condenados!

 

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Actualmente, varios políticos están siendo perseguidos judicialmente, acusados de desmanes y por percibir sobre sueldos en el Estado de El Salvador. Un expresidente, así como un exfiscal general, entre otros, han sido ya condenados. Y lo curioso del caso es que, cada uno de los políticos a los que se intenta judicializar, aduce que todo se trata de una “persecución política”. Parece ser entonces que, para que no se alegue esto, se debe dejar en el olvido e impunidad cualesquiera abuso antes cometido al haber saqueado el erario.

 

Parece que está ya institucionalizado y muy arraigado en estos lares, la no persecución de los corruptos del propio bando. Por ejemplo, hay que recordar que jamás se llevó ante la justicia al autor intelectual del martirio de Monseñor Oscar Arnulfo Romero Galdámez, por lo cual algunos pregonan a los cuatro vientos la inocencia de Roberto d’Aubuisson Arrieta. ¡La historia, sin embargo, ya dió su fallo!

 

Lo que acarrea desilusión es que, solamente políticos miembros de los partidos políticos,- redundancia válida-, que acaban de perder el gobierno son perseguidos. Pero,… hay que recordar que,… ¡el poder de los gobernantes no es eterno!

 

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Ya alguien dijo por ahí que, la justicia es la forma más refinada de la venganza, la manera más civilizada de asegurarse que quien la hace la paga… (Miguel Galindo, "Justicia o Venganza", MurciaEconomía)

 

 

 

¡Saque el lector sus propias conclusiones!

 

 

 

José Roberto Campos hijo

DOM 25 JUL 21