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domingo, 7 de abril de 2019

TETO





TETO Y SHUBS



En realidad era un hombre muy sencillo pero particular, tanto así que suscrito se divertía molestándolo y acusándolo con motes tales como: “Particulancia Campos”, “particulación Campos”, “acomodación Campos” y otros por el estilo. Esto, a la sombra y reflejo de la ilustración jurídica adquirida por quien esto narra ya como adulto.

Por su afición al ejercicio, misma que transmitió y legó a servidor, dió siempre la impresión que habría de vivir perennemente, lo cual a la postre solo denotó una tremenda ingenuidad de parte de quien estas líneas escribe.

Cuando nació su primer nieto, se negó rotundamente a ser llamado “abuelo” o “papá Roberto”. Así, enseñó a José Roberto nieto que, él era otro papá, de ahí fué conocido inicialmente como “Oto Papá”.

Con el pasar de los años y con la aparición de más nietos, él llegaría a ser “Teto”,- a secas-, y la autora de los días de suscrito, tan solo “Shubs”.

Hubo muchas anécdotas que él trasmitió a servidor y a los demás descendientes, de las cuales se plasman a continuación dos.

Ana Carolina, prima propia, dijo una vez un par de pequeñas frases que han calado profundamente en el corazón, luego de leer otra historia relativa: “!Qué bonito! ¡Escribí más de eso!”



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José Roberto Campos Anaya fué nacido un día Miércoles 03 de Marzo de 1937, cuando su madre, Ana Campos Calvo, contaba con apenas ventitrés años de edad, y su padre, José Guillermo Anaya era de veintiocho años. Ya en la familia había una niña, Julia Haydeé, un par de años mayor que Teto.

Cuenta Teto que, todas las madrugadas, como a las cuatro de la mañana, Anita se levantaba llevando a sus dos hijos, Teto y Haydeé para la plaza.

Anita era una mujer trabajadora que debía ganarse la vida honrada pero ardua y fatigosamente, como vendedora en el improvisado mercado instalado frente a la Iglesia del bello Izalco.

Teto y Haydeé, por lo general iban lloriqueando y a pasos desganados atrás de su progenitora, quien los arreaba cariñosamente, duramente a veces, para que se apuraran y no se quedaran muy atrás.

Tenía para entonces, Teto, unos cinco o seis años de edad, así, debía correr el año 1942 o 1943.

José Guillermo gustaba pernoctar en la cantina, bebiendo copeado, para degustar más largamente la charla y la noche.

Una de esas madrugadas, cuando Teto y Haydeé ya marchaban a pasos forzados con Anita para la plaza, venía en sentido contrario José Guillermo, a dormir luego de una noche de copas. Al verlo, Anita le dijo: “!Memo, dame un peso!”, a lo cual él, como respuesta solo alcanzó a espetar seca y fríamente: “!No tengo!”

Contaba Teto que, Anita solo atinó a suspirar y musitar una típica frase salvadoreña mientras movía la testa hacia los lados: !A la puta!

Algún efecto tuvo eso en Memo, logrando que a partir de ese día, hasta su muerte casi cuarenta y tres años después, jamás haya vuelto a probar un solo trago de ningún tipo.



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Teto contaba a servidor que, cuando él estaba de esa misma edad antes narrada, por ser un niño muy pobre, a veces veía algún jocote,- fruta oriunda de estos lares-, mordido; con disimulo, él lo empujaba con su pié descalzo,- no tenía zapatos entonces-, lo iba haciendo a un lado y, cuando creía que nadie lo veía, lo recogía, lo limpiaba en su sucia camisa y lo comía.

De acá la costumbre que siempre tuvo él de recoger las frutas caídas, aún mordisqueadas por las ardillas u otros animalitos. ¡Costumbre que no abandonaría jamás!

Esta última historia fué así narrada por servidor el día del sepelio de Teto. En claras y pausadas voces, se hizo hincapié en que, esto no acarreaba verguenza alguna para la familia, por el contrario, era un gran motivo de orgullo para todos.



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A los dieciséis años de edad, fué enviado solito a San Salvador, a estudiar en la Escuela Normal de Maestros Alberto Masferrer. Obtendría luego el bachillerato en el Liceo de Costa Rica, luego se hizo Ingeniero Civil, para después estudiar una Maestría en Estructuras de Acero y Concreto en la Universidad Nacional Autónoma de México. No le bastó y obtuvo una Licenciatura en Economía y una Maestría en Administración de Empresas en la universidad de los jesuitas en San Salvador.

Si el yerro no cae sobre el autor, en al menos cuatro ocasiones le dió la vuelta al mundo. Aquel niño pobre de la plaza pudo luego, por mérito y trabajo propio, darse muchos gustos, incluido el de atender a sus progenitores.

Anita viajó con Teto y Shubs en varias ocasiones. Memo era más huraño, pero en un par de veces logró Teto arrancarlo de su hamaca y perezosa,- silla de descanso-.

¡En uno de esos viajes, Anita falleció en Alemania Federal! ¡Tremendo golpe para Teto y Shubs, pero felices de atender a Anita!

A lo largo de su vida, aprendió a ayudar y a hacerlo en silencio, sin alarde alguno.

Desafortunadamente, suscrito estaba equivocado y Teto no sería la excepción y acabaría falleciendo un Viérnes 25 de Enero de este año. ¡Veintinueve mil novecientos trece días después de haber nacido!

¡Paz Profunda al amado Teto!



¡Saque el lector sus propias conclusiones!



Jose Roberto Campos hijo
DOM 07 ABRIL 18

5 comentarios:

  1. Què bonito relato, yo no sabìa todas esas cosas, sòlo lo de la Masferrer. Je. Tienen la gran responsabilidad de continuar con el legado de tu papi, y por supuesto de tu mami, porque trabajaron muy duro para llegar hasta dònde Dios les permitiò llegar en recompensa por su arduo trabajo a nivel social y econòmico, y sobre todo, con sus hijos y nietos, porque ustedes poseen la herencia del amor al trabajo sin dejar de ser humildes y agradecidos con la vida. Creo que, inconscientemente, eso les querìa decir tu papi cuando se comìa las frutas caìdas. Saludos y bendiciones. Luz (Lucy) Trujillo

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  2. Gracias por compartir las anecdotas de tu padre.

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  3. Roberto, estoy sorprendida de lo que has compartido de tu padre y de la forma tan exquisita y amoroso que la has hecho. Conocía mucho de esa historia, lo admire siempre por eso, especialmente por lo agradecido y buen hijo que siempre fue con Anita y Con el pueblo que le vio nacer. Con seguridad ya goza en el descanso del Señor, su alma libre corre entre los árboles de Atecozol, se pasea con Anita y Guillermo en la plaza del mercado, el atrio de la iglesia, el parque y elllano. Lo recordaré siempre con admiración y cariño

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  4. Que intereresante y bonito releto Roberto y ademas me ecanta la sencillez con que lo escribes y la admIracion que sentias por tu padre. Un abrazo

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