TETO Y SHUBS
En
realidad era un hombre muy sencillo pero particular, tanto así que suscrito se
divertía molestándolo y acusándolo con motes tales como: “Particulancia
Campos”, “particulación Campos”, “acomodación Campos” y otros por el estilo.
Esto, a la sombra y reflejo de la ilustración jurídica adquirida por quien esto
narra ya como adulto.
Por
su afición al ejercicio, misma que transmitió y legó a servidor, dió siempre la
impresión que habría de vivir perennemente, lo cual a la postre solo denotó una
tremenda ingenuidad de parte de quien estas líneas escribe.
Cuando
nació su primer nieto, se negó rotundamente a ser llamado “abuelo” o “papá
Roberto”. Así, enseñó a José Roberto nieto que, él era otro papá, de ahí fué
conocido inicialmente como “Oto Papá”.
Con
el pasar de los años y con la aparición de más nietos, él llegaría a ser
“Teto”,- a secas-, y la autora de los días de suscrito, tan solo “Shubs”.
Hubo
muchas anécdotas que él trasmitió a servidor y a los demás descendientes, de
las cuales se plasman a continuación dos.
Ana
Carolina, prima propia, dijo una vez un par de pequeñas frases que han calado
profundamente en el corazón, luego de leer otra historia relativa: “!Qué
bonito! ¡Escribí más de eso!”
* * *
José
Roberto Campos Anaya fué nacido un día Miércoles 03 de Marzo de 1937, cuando su
madre, Ana Campos Calvo, contaba con apenas ventitrés años de edad, y su padre,
José Guillermo Anaya era de veintiocho años. Ya en la familia había una niña,
Julia Haydeé, un par de años mayor que Teto.
Cuenta
Teto que, todas las madrugadas, como a las cuatro de la mañana, Anita se
levantaba llevando a sus dos hijos, Teto y Haydeé para la plaza.
Anita
era una mujer trabajadora que debía ganarse la vida honrada pero ardua y
fatigosamente, como vendedora en el improvisado mercado instalado frente a la
Iglesia del bello Izalco.
Teto
y Haydeé, por lo general iban lloriqueando y a pasos desganados atrás de su
progenitora, quien los arreaba cariñosamente, duramente a veces, para que se apuraran
y no se quedaran muy atrás.
Tenía
para entonces, Teto, unos cinco o seis años de edad, así, debía correr el año
1942 o 1943.
José Guillermo
gustaba pernoctar en la cantina, bebiendo copeado, para degustar más largamente
la charla y la noche.
Una de esas
madrugadas, cuando Teto y Haydeé ya marchaban a pasos forzados con Anita para
la plaza, venía en sentido contrario José Guillermo, a dormir luego de una
noche de copas. Al verlo, Anita le dijo: “!Memo, dame un peso!”, a lo cual él,
como respuesta solo alcanzó a espetar seca y fríamente: “!No tengo!”
Contaba Teto que,
Anita solo atinó a suspirar y musitar una típica frase salvadoreña mientras movía la testa hacia los lados: “!A la puta!”
Algún efecto tuvo
eso en Memo, logrando que a partir de ese día, hasta su muerte casi cuarenta y
tres años después, jamás haya vuelto a probar un solo trago de ningún tipo.
* * *
Teto contaba a
servidor que, cuando él estaba de esa misma edad antes narrada, por ser un niño
muy pobre, a veces veía algún jocote,- fruta oriunda de estos lares-, mordido;
con disimulo, él lo empujaba con su pié descalzo,- no tenía zapatos entonces-,
lo iba haciendo a un lado y, cuando creía que nadie lo veía, lo recogía, lo limpiaba
en su sucia camisa y lo comía.
De acá la
costumbre que siempre tuvo él de recoger las frutas caídas, aún mordisqueadas
por las ardillas u otros animalitos. ¡Costumbre que no abandonaría jamás!
Esta última historia
fué así narrada por servidor el día del sepelio de Teto. En claras y pausadas
voces, se hizo hincapié en que, esto no acarreaba verguenza alguna para la
familia, por el contrario, era un gran motivo de orgullo para todos.
* * *
A los dieciséis
años de edad, fué enviado solito a San Salvador, a estudiar en la Escuela
Normal de Maestros Alberto Masferrer. Obtendría luego el bachillerato en el
Liceo de Costa Rica, luego se hizo Ingeniero Civil, para después estudiar una
Maestría en Estructuras de Acero y Concreto en la Universidad Nacional Autónoma
de México. No le bastó y obtuvo una Licenciatura en Economía y una Maestría en
Administración de Empresas en la universidad de los jesuitas en San Salvador.
Si el yerro no cae
sobre el autor, en al menos cuatro ocasiones le dió la vuelta al mundo. Aquel
niño pobre de la plaza pudo luego, por mérito y trabajo propio, darse muchos
gustos, incluido el de atender a sus progenitores.
Anita viajó con
Teto y Shubs en varias ocasiones. Memo era más huraño, pero en un par de veces
logró Teto arrancarlo de su hamaca y perezosa,- silla de descanso-.
¡En uno de esos
viajes, Anita falleció en Alemania Federal! ¡Tremendo golpe para Teto y Shubs,
pero felices de atender a Anita!
A lo largo de su
vida, aprendió a ayudar y a hacerlo en silencio, sin alarde alguno.
Desafortunadamente,
suscrito estaba equivocado y Teto no sería la excepción y acabaría falleciendo
un Viérnes 25 de Enero de este año. ¡Veintinueve mil novecientos trece días
después de haber nacido!
¡Paz Profunda al amado
Teto!
¡Saque el lector sus propias
conclusiones!
Jose Roberto Campos hijo
DOM 07 ABRIL 18