NICOLA SACCO E BARTOLOMEO VANZETTI
¿El
día? 23 del mes de Agosto del año 1927.
¿La
ocasión? La ejecución de Sacco y Vanzetti.
Al
momento de su obligada cita con la muerte, Nicola Sacco se volvió hacia los
testigos, serenamente les miró y luego gritó: “¡Viva la anarquía!”
Nicola
Sacco y Bartolomeo Vanzetti fueron dos valientes creyentes del anarquismo,
filosofía política y social que llama a la oposición y abolición del Estado,
entendido como gobierno y, por extensión a toda autoridad, jerarquía o control
social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias
y nocivas.
Sébastien
Faure, el famoso filósofo anarquista francés, dijo: “Cualquiera que niegue la
autoridad y luche contra ella es un anarquista.”
Nicola
Sacco y Bartolomeo Vanzetti, fueron dos inmigrantes italianos, acusados de
haber asesinado a un pagador y a un vigiliante de una fábrica de zapatos de
South Braintree, Massachusetts, Estados Unidos de América,- EE. UU.-, el 15 de Abril
de 1920.
El
proceso judicial causó un escándalo internacional y generó protestas en Europa
y Latinoamérica, debido a las escasas e insuficientes pruebas.
Pese
a los pedidos de clemencia de todo el mundo, incluido el Papa Pío XI, la
condena se mantuvo y los acusados fueron ejecutados en la silla eléctrica el 23
de Agosto de 1927.
Nicola
Sacco,- zapatero y padre de familia-, y Bartolomeo Vanzetti,- vendedor de
pescado-, ambos anarquistas, fueron en su momento, acusados de un crimen que
jamás cometieron y por el cual fueron ejecutados en la silla eléctrica en 1927.
Desde entonces sus nombres quedarían indisolublemente unidos en la memoria colectiva como expresión de indignación frente a la injusticia.
Sacco y
Vanzetti fueron acusados de crímenes que no cometieron y condenados por un juez
que despreciaba a los inmigrantes y a los anarquistas, y quien llegó hasta a
insultarlos en público dentro del mismo tribunal.
En 1925, un
asesino condenado, y con un gran parecido con Sacco, confesó su participación
en los crímenes por los que acusaba a Sacco y Vanzetti: El asesinato del cajero
Frederick Parmenter y el guardia Alessandro Berardelli.
Todos los
intentos de reabrir el juicio contra los anarquistas fracasaron.
Sacco nació
en Torremaggiore, el 22 de Abril de 1891, y emigró a EE. UU. cuando tenía 17
años. En tanto, Vanzetti era oriundo de Villafalleto, donde nació en 1888.
Ambos llegaron a EE. UU. en 1908.
“Si no
hubiera sido por estas cosas, yo podría haber vivido mi vida hablando en las
esquinas...”, dijo Vanzetti al reportero Philip D. Strong, quien lo visitó en
prisión en Mayo de 1927, poco antes que fuera ejecutado junto a Sacco.
“Yo podría
haber muerto, sin marcas, sin saberlo. Ahora no somos un fracaso. Esta es
nuestra carrera y nuestro triunfo. Nunca en toda nuestra vida podríamos haber
realizado los trabajos para la tolerancia, la justicia, la comprensión del
hombre por el hombre, como ahora lo hacemos por accidente (...)”, señaló el humilde
pescador.
Ambos son considerados
“mártires”, ya que la justicia de aquellos años posteriores a la Gran Guerra, estaba
“sesgada” y existía una gran polémica sobre su presunta culpabilidad, lo que
provocó manifestaciones de repudio en todo el mundo.
Las crónicas
de la época señalan que el juicio se inició el 14 de Julio de 1921, en una
atmósfera antirracial y antianarquista, y que finalmente, el 23 de Agosto de
1927, fueron ejecutados en la silla eléctrica.
Hubo
manifestaciones en Nueva York, Londres, Amsterdam y Tokio, así como huelgas en
varios países de Sudamérica, como repudio a las ejecuciones.
Reconocidos
intelectuales estadounidenses como Felix Frankfurter, Upton Sinclair, John Dos
Passos y Dorothy Parker, así como el dramaturgo británico George Bernard Shaw y
el escritor H. G. Wells, pidieron la libertad de Sacco y Vanzetti.
Tal vez porque las autoridades querían que su ejecución sirviera de escarmiento, o porque el juez Webster Thayer detestaba a los inmigrantes y a los anarquistas que llegaban a EE. UU., la pena capital fué dispuesta sin escuchar los pedidos de clemencia.
En una carta
enviada a su hijo desde la Prisión Estatal de Charlestown, el 18 de Agosto de
1927, Sacco señaló:
“(...) Recuerda
siempre, Dante, que el juego de la felicidad no tienes que usarlo para tí solo,
sino mirar un paso detrás de tí, ayudar a los débiles que piden ayuda, ayudar a
los perseguidos, a las víctimas, que son tus mejores amigos.
(Ellos) son
los camaradas que luchan y caen, como cayeron ayer tu padre y Bartolo por la
conquista de la alegría, de la libertad para todos y para los trabajadores
pobres. En esta lucha por la vida encontrarás más amor y serás amado.”
Todos
sabían que esos obreros no eran culpables. Todos sabían que no era a ellos a
quienes se estaba juzgando. Se juzgaba su ideología, y esa farsa era una señal,
era una advertencia que no se toleraría que gente como ellos intentaran cambiar
su sistema, ese sistema gracias al cual, los bolsillos de quienes ostentaban y
detentaban el poder se encontraban llenos de dinero, y no les importó que
debieran asesinar a algunos para que otros lo entendieran, al fin y al cabo, ya
se había hecho muchas veces antes como para empezar a tener problemas de
conciencia.
Cincuenta
años después de las ejecuciones de los inmigrantes italianos Sacco y Vanzetti, el
Gobernador demócrata, Michael Dukakis, de Massachusetts puso en marcha una
comisión para analizar la limpieza del juicio, y la conclusión era que los dos
hombres no habían tenido un juicio justo. Esto despertó una tormenta menor en
Boston.
El caso de Sacco y Vanzetti reveló, en sus condiciones más severas que las palabras nobles que los fundadores de la nación más poderosa del mundo en la actualidad, quedaron vacías: “And justice for all.”
Esos dos
hombres,- el vendedor ambulante de pescado y el zapatero-, no pudieron conseguir
justicia en el sistema estadounidense porque, la justicia no mide igual a
pobres y a ricos, a nacionales o a extranjeros, al ortodoxo y al radical, al
blanco y a la persona de color. Y mientras la injusticia se da más sutilmente y
de manera más intrincada hoy que en las circunstancias crudas de Sacco y
Vanzetti, la esencia se mantiene igual. La situación es aún más caótica en los
países pobres tercermundista.
En el Estado
de El Salvador, hace unas semanas, se ha condenado a unos cuantos años de
prisión a un tipo que ha hurtado tres gallinas. Todo, mientras grupos políticos
admiten que, en efecto, ingresaron a sus arcas la millonaria suma de dinero por
la que se ha estado investigando a un expresidente. ¡Curioso y bochornoso!
BARTOLOMEO VANZETTI |
Continuando
con el caso de Sacco y Vanzetti...
Una pequeña
muestra del interrogatorio policial:
Policía: ¿es
usted un ciudadano?
Sacco: No.
Policía:
¿Usted es comunista?
Sacco: No.
Policía: ¿Anarquista?
Sacco: No.
Policía:
¿Usted cree en nuestro gobierno?
Sacco: Sí;
aunque algunas cosas me gustan diferentes.
¿Qué tenían
esas preguntas que ver con el robo de una fábrica de zapatos en Braintree Sur,
Massachusetts, y el tiroteo de un pagador y un guardia?
Sacco mentía, claro: “No, yo no soy un comunista. No, yo no soy un anarquista.”
¿Por qué
mentir a la policía? ¿Por qué un judío mentiría a la Gestapo? ¿Por qué un negro
en África del Sur mentiría a sus interrogadores durante el Apartheid? ¿Por qué
un disidente en la Unión Soviética mentiría a la KGB? Porque todos saben que no
hay justicia para ellos.
Pero,... ser
pobre no era el crimen principal de Sacco y Vanzetti. Ellos eran italianos,
inmigrantes, y anarquistas. Habían transcurrido menos de dos años desde el
final de la Primera Guerra Mundial. Ellos habían protestado contra la guerra.
Se habían negado a ser reclutados. Ellos vieron la montaña de histeria contra
los radicales y extranjeros, observaron las correrías llevadas a cabo por los
agentes del Fiscal General Palmer en el Departamento de Justicia, que irrumpían
en casas en la mitad de la noche sin garantías para las personas incomunicadas.
Un anarquista
compañero de Sacco y Vanzetti, un tipógrafo llamado Andrea Salsedo, quien vivía
en Nueva York, fué secuestrado por los miembros del FBI, y retenido en la
planta 14 de las oficinas de dicha institución en el Edificio de Park Row. No
le permitieron llamar a su familia, amigos, ni a un abogado, y fué interrogado
y agredido, según un prisionero compañero. Durante la octava semana de su
encarcelamiento, el 3 de Mayo de 1920, el cuerpo de Salsedo, fué encontrado en
el pavimento cerca del Edificio de Park Row, y el FBI anunció que él se había
suicidado saltando de la ventana de la habitación en que estaba custodiado. Fué
dos días antes del arresto de Sacco y Vanzetti.
Sacco fue
interrogado por el fiscal Katzmann:
Pregunta:
¿Amaba usted este país en la última semana de Mayo de 1917?
Sacco: Me es difícil responder en una sola palabra, Sr. Katzmann.
Sacco: Me es difícil responder en una sola palabra, Sr. Katzmann.
Pregunta: Hay
dos palabras que usted puede usar, Sr. Sacco, “sí” o “no”. ¿Cual es?
Sacco: Sí.
Pregunta: ¿Y
para mostrar su amor por los Estados Unidos de América cuándo estaba a punto de
ser llamado como soldado, usted corrió a México?
Al principio del juicio, el Juez Thayer, quién, hablando a un conocido en una partida de golf, se había referido a los demandados durante el juicio como “esos bastardos anarquistas”, dijo al jurado: “Señores, ustedes han sido convocados para realizar con el mismo espíritu de patriotismo, valor, y devoción su deber como lo hicieron nuestros soldados.”
Sacco y
Vanzetti entendieron que los argumentos legales que sus abogados pudieran
proponer no prevalecerían contra la realidad de la injusticia de clase. Sacco
dijo a la corte, en la sentencia: “Yo sé que la sentencia estará entre dos
clases, la clase oprimida y la clase rica. Es por eso por lo qué yo estoy aquí
hoy en este banco, por ser de la clase oprimida.”
Ese punto de
vista parece dogmático, simplista. No todas las decisiones de la corte se
explican por él. Pero, faltando una teoría que explique todos los casos, el
punto de vista de Sacco es ciertamente una mejor buena guía para entender el
sistema legal que otro que asume una contienda entre iguales basada en la
búsqueda objetiva de la verdad. Vanzetti supo que los argumentos legales no los
salvarían.
El día de la
ejecución, después de medianoche, las luces de la prisión oscurecieron y los
dos hombres fueron electrocutados. El New York World describió la escena: “La
muchedumbre respondió con un sollozo gigante. Las mujeres se desmayaron en
quince o veinte lugares. Otros, también superados, se reprimieron y escondieron
las cabezas entre sus manos. Los hombres se apoyaban unos en otros y lloraban.”
...
En 1977, el Gobernador
demócrata de Massachusetts, Michael Dukakis, señaló en una proclama que, a
Sacco y Vanzetti “no se les había dado un trato justo y que ningún estigma
debía ser asociado a sus nombres”.
En
1977, EE. UU. reconoció oficialmente el error procesal. Las instancias del
juicio fueron revisadas y finalmente Sacco y Vanzetti fueron exonerados el 23
de Agosto de 1977 por el entonces gobernador estatal.
Se
considera que en un contexto social en que se temía la llegada del comunismo
tras la crisis social desatada por la crisis económica, el Estado creyó que
debía dar una señal de escarmiento a las ideas anarquistas y comunistas.
En
1977,- cincuenta años después de la ejecución-, el Estado de Massachusetts se
excusó públicamente por las graves fallas cometidas durante el proceso a Sacco
y Vanzetti, proclamó su total y absoluta inocencia y pidió históricas
disculpas, salvando el buen nombre y honor de los mártires.
No
hacía ninguna falta: Sacco y Vanzetti habitan en la memoria de los pueblos como
símbolo y bandera de todo movimiento de liberación y del anarquismo
internacional. ¡Los pueblos no creen en las historias oficiales!
¡Saque
el lector sus propias conclusiones!
José
Roberto Campos hijo
DOM
07 FEB 16
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