IVAN IV
Algo en
extremo grave para un pueblo y hasta para las naciones vecinas, es un
gobernante mentalmente inestable. En un caso así, los gobernados nunca saben
qué esperar del gobernante, pues cada día éste aparece con una nueva idea –antojo
o capricho– y en el transcurso del día, dentro de arrebatos y exabruptos, cambia
de parecer de un momento a otro. En una forma irrisoria, puede decirse que la
estabilidad mental –si se le puede así llamar– de un gobernante como el del
caso en comento, cambia según el pié con el que dio el primer paso ese día, la
marea, el clima, la luna e infinidad de variables más.
Iván Vasilyevich nació el 25 de agosto de 1530,
siendo el primogénito del Gran Príncipe de Moscú Basilio III y de su segunda
esposa, la princesa lituana Elena Glinskaya. A pesar de su título, éste no
reinaba solo sobre dicha ciudad, pues en verdad su poder se extendía sobre un
territorio más amplio, aunque muy inferior al de la Rusia actual.
Siempre
la mala fama ha precedido a dicho gobernante, quien era tan proteico, voluble y
temperamental –amante de las rabietas, pataletas y bravuconadas– que, en uno de
sus arranques de cólera llegó a lo que es considerado su máximo acto de crueldad:
¡Mató a su propio hijo!
¿Por
qué le da muerte?
Se
dice que la disputa se originó cuando el zar golpeó a su nuera embarazada,
causando un aborto. Su hijo, al intentar defender a su esposa, fue
golpeado por su padre con un cetro, resultando en una herida mortal en la
cabeza.
El
incidente ocurrió cuando Iván visitó a su nuera, quien estaba en ropa interior
y embarazada, lo que provocó la ira de aquél. Al intentar calmarlo su hijo, fue
éste atacado por el padre.
Hay
un famoso cuadro del pintor ruso, Ilya Repin, en el que plasma una imagen
sobrecogedora: se ve una estancia con gran lujo pero cargada de oscuridad y
caos, pues el zar Iván IV Vasilevich –Iván el Terrible– está arrodillado,
sosteniendo contra su pecho a su amado pero malherido hijo. Lo sujeta de la
cintura con una mano para evitar que caiga sobre la alfombra, mientras con la
otra, cubre la herida que él le ha causado en la sien, tratando inútilmente de
frenar el reguero de sangre que resbala sobre el rostro del zarévich
–heredero–. Se ve una lágrima que cae por el rostro del hijo, a la vez que en
el rostro del padre –acaso en un breve momento de lucidez– se destaca la locura.
De esa forma, condenó –sin proponérselo– a la muerte y a la desaparición también
a su dinastía. Así, innumerables son las historias de las crueldades y
arrebatos de Iván el Terrible, que lo llevaron a ser recordado como el zar más
cruel de la historia de Rusia. Los crímenes cometidos en nombre de Iván el
Terrible se contaron por miles. ¡Algunos han llegado a aseverar que Iván el
Terrible era un psicópata y/o sociópata!
¿Qué es un psicópata?
Aunque
respuesta tautológica, se dice que un psicópata es una persona que padece
psicopatía y ésta no es más que un trastorno de la personalidad en el que la
falta de empatía –incapacidad para comprender los sentimientos de los demás– es
evidente, así como la carencia de remordimiento y conciencia. Por otra parte,
el psicópata tiene marcados rasgos de manipulación, grandiosidad, impulsividad
y un estilo de vida irresponsable.
Y, ¿el sociópata?
El
sociópata adolece de un Trastorno de Personalidad Antisocial –TPA–, en el que
el patrón es un persistente desprecio y violación de los derechos de los demás,
junto con una falta de empatía y remordimiento. Por lo general, se dice que
alguien es un sociópata si éste es un individuo con comportamiento antisocial:
falta de empatía, menosprecio de las normas sociales, manipulación y engaño,
impulsividad, falta de remordimiento, agresión y mentiras.
Pero, ¿es
entonces lo mismo psicopatía y sociopatía?
Estos
términos son a menudo confundidos, aunque ambos se consideran variantes del
TPA. La psicopatía es una condición más grave, con una falta de empatía
más profunda y una mayor capacidad para manipular y controlar a otros. Por
otra parte, la sociopatía puede manifestarse con mayor impulsividad y menos
control sobre las emociones. Por lo general, el psicópata tiene un cierto
encanto superficial y un alto grado de comportamiento calculado.
Para más INRI –con mucha certeza y tino– puede
decirse de Iván el Terrible que él puso en práctica la que más de cuatro siglos
después, sería conocida como la famosa “Teoría del Loco”.
La Teoría
del Loco es una estrategia de política –interior y exterior– en la que el líder
gobernante actúa de manera impredecible y arriesgada para generar temor y
obligar a otros a negociar bajo sus términos. La ira y la soberbia –malas
consejeras por excelencia– acompañan en forma cotidiana al gobernante, pues
éste cree que es una virtud ser más temido que amado, al igual que no ser
predecible. Los deseos de este tipo de gobernante son órdenes que no admiten
discusión ni objeción y deben ser obedecidos a la brevedad. ¡Un “NO” es respuesta no válida para este
gobernante!
Esta
estrategia se basa en la idea que, al parecer irracional, el líder puede
obligar a sus adversarios a creer que está dispuesto a tomar medidas extremas,
incluso si eso implica costos significativos para ambas partes. Así, a sus
adversarios y enemigos, Iván el Terrible, los sometía por miedo o los
eliminaba, pues era un hombre que en su desequilibrio llegaba a la conclusión
que era preferible la injusticia al desorden. Todos los boyardos cerca de Iván
el Terrible, vivían en permanente zozobra y pavor –no miedo– del soberano. Al
período de gobierno de Iván el Terrible, se le conoce como la “Época Tumultuosa
en la Historia de Rusia”.
Es
también característica del gobernante que gusta de acogerse y apegarse en su
conducta a la Teoría del Loco, gozar de una vida licenciosa y corrupta,
pletórica de desmanes y excesos. Cree que por su calidad de gobernante, tiene
derecho a todo, porque a fin de cuentas, hace todo por el bien de la nación y
de sus gobernados –según él–.
Sin
embargo, la siempre repetitiva historia fija como inconcuso –no confundir con
“inconcluso”– algo que ya ha quedado en evidencia hoy en día: la Teoría del Loco
no puede ser aplicada por largo tiempo. ¿Por qué? Porque se puede fingir lo que
no se es por un corto tiempo, pero no todo el tiempo.
Por otra parte,
nadie –absolutamente nadie– escapa a aquello que, eventualmente cada uno encuentra otro más fuerte que él en la calle. Por supuesto, al darse esta situación, el
gobernante fanático de la Teoría del Loco, se tornará iracundo, pues no es
posible –según él– que haya alguien que se niegue plegarse a sus deseos o que sea más fuerte que él.
¡Saque el
lector sus propias conclusiones!
¡Gracias
por leer y compartir!
José
Roberto Campos hijo
DOM
03 AGO 25