SEPARACION DE PODERES
La
Separación de Poderes,- División de Poderes-, es una estructura
organizativa de los estados basada en el reparto de los poderes de ejecución, decisión
y control en tres ámbitos: El Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. Éste fué
materializado, entre otros, por el filósofo
político francés, Barón de Montesquieu, quien en 1748 escribió “El espíritu de
las leyes”, identificando esos tres poderes del Estado. El propósito de dicha
distinción es evitar que una sola persona o un grupo, concentre en sus manos
dichos poderes.
Cada uno de los
poderes tiene una competencia delimitada: Corresponde al Poder Ejecutivo,
administrar y gobernar; al Poder Legislativo, elaborar y aprobar las leyes; y
al Poder Judicial, juzgar y hacer cumplir las órdenes de los jueces, así como
dirimir las diferencias entre los otros dos poderes.
En la época que
tocó vivir a Montesquieu, la mayoría del territorio europeo estaba gobernado
por monarquías absolutas. De esto, el gobernante acumulaba prácticamente todo
el poder. Sin embargo, los gobernados que tenían más poder económico, pedían una
cuota mayor de poder a la hora de tomar decisiones que les afectaban.
En 1789 la
Revolución Francesa terminó con el abuso de poder por parte de la monarquía y
la nobleza del país, sentando así una tendencia que luego se extendería por el
resto de Europa con el pasar de unos cuantos años. De nuevo, tal como alegado
en anteriores ocasiones: ¡Las tendencias no pueden ser detenidas, cuando mucho
frenadas temporalmente!
El 27 de Agosto
de 1789, la Asamblea publicó la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, documento en el que se definían los derechos personales y los de la
comunidad.
Así, la independencia,
división y separación de los tres poderes del Estado, supone una garantía para
que no se produzcan abusos o injusticias por parte de los gobernantes. Esa
separación ha sido recogida en la mayoría de las Constituciones de los Estados
democráticos del siglo XIX y todavía hoy está presente en las constituciones de
muchos países y en las vidas de sus ciudadanos.
El
ejercicio del poder tiene como soporte al Estado y para hacerlo efectivo se
requiere de personas que ejerzan actos de voluntad. Dichas personas poseen
poder estatal y lo deben ejercer dentro de las competencias y límites que la
Constitución y las leyes les reconocen. A partir de esto, las personas que
ejercen dichas competencias son consideradas como componentes de los órganos de
Estado, en la medida que ocupan y ejercen los roles para los cuales han sido electos.
En la
Constitución actual del Estado Salvadoreño, para no ir tan lejos en la
exposición, el Poder Judicial es elegido por el Poder Legislativo, luego de una
serie de “negociaciones” que no son más que meros arreglos y componendas entre
los partidos políticos que conforman la ASAMBLEA
LEGISLATIVA,- AL-. Así, se logra la conformación de un Poder Judicial que
no se “excederá” en sus funciones y no dejará caer el peso de la justicia sobre
ninguno de los integrantes de los partidos políticos que lo ha electo. ¿Cómo se
puede esperar un Poder Judicial independiente y que actúe conforme a Derecho
bajo esa forma de “elección”?
Luego, en
la situación actual, con un estado de cosas que muchísimos creían improbable, el
partido NUEVAS IDEAS,- NI-, logró
hace unos meses, 56 de 84 diputados, electos democráticamente, más otros 8
diputados de partidos afines. Por otra parte, los dos radicales opositores a
los que el electorado ha brindado un voto de castigo nunca visto y ejemplar, la
derechista ALIANZA REPUBLICANA
NACIONALISTA,- ARENA-, logró 14 diputados, y el otrora guerrillero FRENTE FARABUNDO MARTI PARA LA LIBERACION
NACIONAL,- FMLN-, se hizo con apenas 4 diputados.
Algo que no
necesita mucha investigación, de absoluto dominio público es que, en el Estado
de El Salvador, está institucionalizado el hecho que jamás ha existido la
Separación de Poderes. ¡Nunca!
Entonces,…
¿es justificado que no exista División de Poderes en El Salvador? ¿Necesario excogitar?
Los partidos
que antes han obtenido ganancia y provecho de la situación vigente, ahora se rasgan
las vestiduras y se dan golpes de pecho pretendiendo exhibir una inmaculada
pureza tan solo creída por algunos. Por otra parte, los diputados del partido
ganador, aprovechan su calidad de vencedores absolutos y se muestran conformes
y olvidan cambiar las cosas que prometieron erradicar.
Un
curioso gran problema: La elección de los miembros del Poder Judicial, así como
el Fiscal General de la República, la Corte de Cuentas y otros, son, de acuerdo
a la Constitución Salvadoreña, elegidos por la AL,- Poder Legislativo-.
En un
momento dado, la entonces diputada Carmen Elena Calderón de Escalón, de ARENA, hace algunos años, ante la
arremetida de varios diputados del FMLN,
quienes exigían se les tomara en cuenta para la toma de ciertas importantes
decisiones, les respondió,- palabras más, palabras menos-, que esas eran la
reglas y que los ganadores eran ellos,- los de ARENA-, y que debían aguantarse y esperar a tener más diputados.
Ante
cámaras, narró una vez el recién fallecido exdiputado, Juan José Martell, por CAMBIO DEMOCRATICO,- CD-, quien en su
momento estuvo como único diputado por ese instituto político, haber dicho a
los diputados de ARENA, recién
electos para la presente AL: “Ahora
ya van a saber lo que es estar hablando sin ser tomados en cuenta.”
Pero,…
¿qué hacer para que se pueda lograr una Separación de Poderes en este
territorio? ¿Se debería conceder a los partidos perdedores la potestad de ser
éstos los que designen a los funcionarios que deban desempeñar cargos de
elección de segundo grado a fín de equilibrar el poder que no se ha logrado en
las votaciones? De nuevo, ¿necesario excogitar?
¿Acaso no
sería entonces mejor una Constitución que permita que todos esos funcionarios
escogidos en elección de segundo grado por el Poder Legislativo, fueran electos
por voto popular?
Pero,…
otra hipotética pregunta: ¿Qué sucedería si el electorado vuelve a decantarse
por favorecer candidatos de la tendencia del partido NI? ¿A quién se echaría entonces en cara esa no División de
Poderes?
Y,…, un
cuestionamiento absurdo, ¿qué tal si se impone un número límite a la cantidad
de diputados que un partido político pueda ganar en votaciones?
Ante tal estadio
actual de las cosas, algo ha quedado muy expuesto y es que, la democracia es
del agrado del poderoso extranjero y nacional, siempre y cuando la decisión del
electorado sea del agrado y conveniencia de ellos.
¡Parece
ser que el tema en comento solo conduce a una mera tautología, como si resultare
de una parasomnia o de un estado hipnagógico!
¡Saque el
lector sus propias conclusiones!
José
Roberto Campos hijo
DOM 05
DIC 21