LUCIO SERGIO CATILINA
Lucio Sergio
Catilina,- 108 – al 62 a. C.-, fué un político romano de la época de las
guerras civiles, quien procedía de una familia patricia pero económicamente arruinada.
Militó en el partido popular o democrático, enfrentado al grupo oligárquico que
representaba Cicerón.
Catilina fué propretor en Africa, pero fracasó al
intentar elegirse cónsul. Por convicciones democráticas pasó a la lucha
subversiva o,- como dijeron sus enemigos-, porque necesitaba del poder para
cubrir sus deudas.
Es una figura
de las más enigmáticas de la historia de Roma. Muchas de las peores acusaciones
contra él, incluyendo sacrificios humanos, eran meras invenciones. Sin embargo,
su conjuración es uno de los hechos más famosos y turbulentos de las últimas
décadas de la república romana.
Con toda
probabilidad, Catilina no estuvo involucrado en la que se daría en llamar la
“Primera Conjuración de Catilina”. Sin embargo, en la llamada “Segunda
Conjuración de Catilina”, su participación es inobjetable.
En ese momento,
el entorno romano era el de una gran crisis económica, política y social.
La llamada “Conjuración
de Catilina”, comenzó con un intento fallido de asesinar a los dos cónsules
electos, al tiempo que fracasaba una nueva candidatura de Catilina al Consulado.
Cicerón denunció a Catilina en el Senado pronunciando un famoso discurso en el
que le interpelaba diciendo: “Quousque
tandem, Catilina, abutere patientia nostra?” (¿Hasta cuando, Catilina, abusarás de
nuestra paciencia?)
Privado de
apoyo político, Catilina derivó hacia el populismo más exacerbado, y comenzó a
reclutar un nutrido grupo de hombres de las clases senatoriales y ecuestres, así
como criminales y la peble, descontentos tanto con la política del Senado como
con la situación económica, política y social existente entonces.
Así, promoviendo
una política de condonación de deudas,- populismo puro-, Catilina reunió a
muchos bajo su bandera, junto con muchos veteranos. Envió hombres para liderar
la conspiración en Etruria, donde consiguió reunir un ejército. Envió también a
otros a tomar posiciones importantes a todo lo largo de la Península Itálica, e
inició una pequeña revuelta de esclavos en Capua.
Mientras el
malestar de la población se dejaba sentir por los campos romanos, Catilina hizo
los preparativos finales para la conjura en Roma. Sus planes incluían los
incendios y la matanza de senadores. La revolución habría de alcanzar
finalmente la ciudad de Roma, donde la promesa de un programa social sostendría
a Catilina como dictador o como cónsul.
Aunque los
políticos populares estuvieron al corriente de la conjuración, permanecieron
alejados de ella por considerar los planes demasiado radicales o difíciles de
llevar a cabo. Cicerón tuvo, sin embargo, conocimiento de lo que se tramaba,
logrando escapar de una muerte segura.
Poco después,
Cicerón denunciaría a Catilina ante el senado en el primero de los discursos de
las “Catilinarias”, pronunciando aquél en el que dijera la famosa frase: “Quousque tandem, Catilina, abutere patientia
nostra?” (¿Hasta cuando
abusarás de nuestra paciencia, Catilina?)
Catilina
reaccionó de forma violenta asegurando que, si él se quemaba, lo haría en medio
de la destrucción general. Inmediatamente después de esto, salió en dirección a
su casa, mientras el Senado autorizaba a Cicerón a hacer uso del “senatus
consultum ultimum”. Catilina huyó de Roma bajo el pretexto que se
dirigía a un exilio voluntario a Masilia; sin embargo, se dirigió a buscar
apoyo al campamento en Etruria.
En resumidas
cuentas, Cicerón sofocó la conspiración, instruyendo delegados para obtener un
provecho tangible de la revuelta. Cinco de los líderes conspiradores fueron
ejecutados sin juicio en la prisión del Tuliano. ¡De esta forma se puso fin a
la conjura en Roma!
Tras haber
sido informado de la noticia sobre el desastre en Roma, Catilina,- declarado “hostis”-,
y su poco equipado ejército iniciaron la marcha hacia la Galia, para luego
volverse hacia Roma en varias ocasiones, en un vano intento de evitar el
combate. Inevitablemente, Catilina se vió forzado a luchar, por lo que eligió
enfrentarse al ejército de Antonio cerca de Pistoria,- actual Pistoia-.
El mismo
Catilina luchó con bravura en la batalla, y una vez constatado que no existía
esperanza de victoria, se lanzó contra el grueso del enemigo. En el recuento de
los cadáveres, los soldados de Catilina tenían heridas frontales, y el cadáver
de aquél se halló adelantado a sus propias líneas. Se le cortó la cabeza y ésta
fué llevada a Roma, como prueba pública que el conspirador había muerto.
Se dice que
Cicerón había estado siempre al tanto de las actividades de Catilina, pero,- en
una forma indirecta-, alentaba las acciones de éste, buscanto la forma de sacar
propio provecho del desorden que imperaba en la república de Roma.
Cicerón quiso
ser reconocido como el salvador del Estado y Catón llamó a éste “pater
pratiae”,- “padre de la patria”-, e intentó que los romanos no
olvidaran nunca el modo en que actuó durante su consulado. Ahora éste y sus
aliados tenían el camino allanado para alzarse eventualmente con el poder
absoluto.
“!Aquellos
que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo!” (George Santayana)
¡Saque el
lector sus propias conclusiones!
José Roberto
Campos hijo
DOM 27 MAR 16
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