ELLERY SCHEMMPP
Existe una frase de gran utilidad cuando alguien quiere dar a entender su disconformidad con lo que su interlocutor manifiesta pero que denota respeto por el fundamental derecho a la libertad que todos tienen para expresar sus opiniones. La frase es equívocamente atribuida a François-Marie Arout, más conocido por el seudómino “Voltaire”.
La verdadera autora es la escritora británica Evelyn Beatrice Hall,
quien fuera gran estudiosa de la vida y obra de Voltaire y autora de una
importante biografía titulada “Los amigos de Voltaire”,- “The Friends of
Voltaire”-, publicada en 1906.
Ha sido ella quien la pronunció por primera vez y solía utilizarla
ilustrativamente cuando quería referirse al modo de pensar, creer y vivir del
filósofo al que tanto admiró: “Estoy en desacuerdo con lo que
dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.”
* * *
Hace no más de diez años, acá en El
Salvador, un diputado propuso que se leyera la Biblia en los centros escolares.
Dicha iniciativa no encontró mayor eco, a pesar del apoyo de varios grupos que
alegaban que con la lectura diaria de dicho libro podría bajar la criminalidad
en esta tierra.
La misma idea volvió a resurgir, poco
antes y luego que tomara el Poder Ejecutivo el Señor Nayib Armando Bukele
Ortez, quien en su intimidad parece profesar la religión islámica. ¡Esto parece
constituir una gran ofensa para algunos no musulmanes en esta nación!
En el país que practica y dice desear la
implantación de la democracia en todo el mundo, los Estados Unidos de América,-
EE. UU.-, esta cuestión ha sido ya zanjada hace muchos años:
Ellery Schemmpp, de Pensilvania, a sus 16
años, en 1956, se percató que la iglesia y el Estado estaban acercándose más de
lo permitido y debido. Una pregunta asaltó su mente: ¿Por qué él y sus
compañeros tenían que leer 10 versos de dicho libro y luego recitar la oración
cristiana, “Padre Nuestro”, todos los días en la escuela justo antes de
pronunciar el Juramento de Lealtad.
El joven en mención era cristiano, pero también había leído la Primera Enmienda de la Constitución de los EE. UU.:
“El Congreso no podrá hacer ninguna ley
con respecto al establecimiento de la religión, ni prohibiendo la libre
práctica de la misma; ni limitando la libertad de expresión, ni de prensa; ni
el derecho a la asamblea pacífica de las personas, ni de solicitar al gobierno
una compensación de agravios.”
De esta forma había quedado ya claro que,
ninguna religión debía estar por encima de otra, en una enmienda que también
garantizaba el derecho de práctica de cualquier otra religión. Siendo el
mensaje general, una total separación entre cualesquiera iglesia y Estado.
¡El cuestionamiento del joven estudiante era
realmente válido!
Un lunes de Noviembre de 1956, el joven
hizo su acostumbrado Juramento de Lealtad, pero se rehusó a ponerse de pié y
recitar la oración cristina.
“Quería mostrar que había otros libros
religiosos; que la Biblia no era única. Llevé el Corán por accidente. En 1956
casi nadie en EE. UU. sabía mucho del Islam, incluido yo”, según palabras de Schemmpp.
(¿Llevó el Corán por accidente?)
El profesor llamó la atención al joven y
éste respondió que todo era un asunto de conciencia. ¡El profesor quedó
perplejo!
El director de la escuela dijo a Schemmpp que,
era una cuestión de respeto, pues había 1,300 alumnos y todos obedecían, ¿por
qué él no lo haría?
Schemmpp, quien llegó a ser un físico,
respondió que se trataba de un principio muy importante de libertad, de fé y de
justicia.
En esos días se estaba dejando atrás la
era McCarthy, pero con el apogeo de la Guerra Fría, se deseaba presentar a EE.
UU. como una nación devota en contra del comunismo ateo.
El Congreso de los EE. UU., en 1954,
acababa de añadir las palabras “sometida a Dios” en el Juramento de Lealtad
para contrarrestar a los impíos comunistas: “Juro lealtad a la bandera de los
Estados Unidos de América y a la república a la que representa, una nación
sometida a Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos.”
Un poco más de tres docenas de Estados
permitían lecturas de la Biblia en escuelas públicas.
El director concluyó que Schemmpp era un
muchacho perturbado y lo mandó al psicólogo, pensando que el joven tenía
problemas con la autoridad y con los padres. Sin embargo, los padres
respaldaron al joven y hasta lo animaron a escribir una carta a la Unión
Americana por las Libertades Civiles,- ACLU, por sus siglas en inglés-:
“Caballeros,
Como estudiante de Abington Senior High
School apreciaría mucho cualquier información que me puedan enviar sobre una
posible acción o ayuda de la Unión para poner a prueba la constitucionalidad de
la ley de Pensilvania que obliga de forma arbitraria (y aparentemente injusta e
inconstitucionalmente) a leer la Biblia en nuestro sistema de educación
pública.
Agradezco cualquier ayuda que puedan
ofrecer en la liberación de la juventud estadounidense en Pensilvania de esta
grave violación de sus derechos religiosos tal como se garantiza en la primera
y más importante enmienda de la Constitución de Estados Unidos.”
Además, el joven Schemmpp envió un aporte
de US$10, equivalentes a unos US$100 de hoy en día.
La ACLU apoyó a Ellery y junto con él y la
familia, demandaron al distrito escolar de Abington, llegando el caso a la
justicia el 5 de Agosto de 1958, precisamente cuando cumplía 18 años el
incómodo muchacho. Ese día tuvo que darse a la tarea de testificar que sus
derechos eran violentados por su escuela, siendo forzado a escuchar algo en
contra de sus principios.
“Yo no creo en milagros. Yo no creo que se
recibe lo que se pide orando, violando las leyes de la física y la química. Y
no creo siquiera que la Biblia sea una guía moral recomendable. Al fín y al
cabo se estima que en esa historia matan a alrededor de un millón de personas.
Hay genocidios, asesinatos, violaciones… ¡Todo aparentemente justificado por
Dios!”, declaró. “No tuve ningún problema en probar que se trataba de una
imposición sobre mis creencias personales.”
“Es un principio clave de una sociedad
secular. Si se le da preferencia a una religión y se enseña en escuelas
públicas, eso quiere decir que se están utilizando los impuestos de budistas,
judíos, musulmanes y demás para promover otra religión por orden del Estado”,
afirmó en su momento.
“Debe haber libertad de culto pero ninguno
debe ser apoyado por el gobierno. Nuestra Constitución menciona la religión
sólo dos veces, y en ambos casos con la palabra “no” adjunta. La Biblia nunca
menciona la democracia, una república ni nada relacionado con los valores
estadounidenses”, continúo el estudiante.
¡El caso fué ganado por el impetrante!
“Recibimos unas 5 mil cartas: Una tercera
parte apoyándonos; otra, oponiéndose en términos razonables; y la otra, odiosa
e injuriosa.”
Muchos lo acusaron a él, a su familia y a
la ACLU de ateos, comunistas, nazis, judíos, católicos, anglicanos, fanáticos
de los negros…
La gran lección para Ellery Schemmpp y los
suyos es que, en EE. UU. era considerado malo no ser cristiano, muy malo ser
comunista, pero realmente horrible ser ateo.
Por supuesto, el caso fué apelado y llegó
a la Corte Suprema en Febrero de 1963, tomando años para que se llegara a un
veredicto definitivo que para muchos ha sido el principio del fín del mundo.
El caso Abington School District v.
Schemmpp fué decidido 8 a 1 a favor del demandado y el veredicto fué que la
lectura obligada de la Biblia en las escuelas públicas estadounidenses era
inconstitucional.
La escuela del muchacho, envió una carta
de no recomendación a la Universidad de Tufts, sin embargo, el joven fué
admitido. Luego realizó un doctorado en Física en la Universidad de Brown.
Schemmpp se dedicó a la Física, llegando a
trabajar como físico y gerente de proyectos con superconductores, sistemas de
resonancia magnética y residuos nucleares. Ha sido profesor de la Universidad
de Pittsburgh y profesor invitado en la Universidad de Ginebra en Suiza.
Se le vea como un demonio o como una
persona con conciencia, ¡sin lugar a dudas, este joven ha contribuido a cambiar
el mundo!
No hay duda que, todo los arriba expuesto
es válido para cualesquiera credo y religión que desee imponer gobierno alguno.
¡Saque el lector sus propias conclusiones!
José Roberto Campos h.
SAB 09 ENE 21
Interesante Robertito. Nada más que si dejamos que la ciencia se convierta en la nueva religión que impone lo que hay que hacer, por ejemplo la obligatoriedad de la vacuna del COVID 19, estaríamos cometiendo el mismo error que se cometía, según el joven de esta historia, de imponer la lectura bíblica que no representaba la religión de todos los estadounidenses, debido a que es una nación multi-cultural. Es decir, si la Biblia no puede imponerse, ni la oración a Dios tampoco como también ocurriría más tarde, entonces tampoco debe imponerse la dictadura científica con vacunas realizadas con células de embrión humano, de simio, metales fuertes como el cobre que el cerebro nunca eliminará, y el virus mismo... Y se tendría derecho a considerar otros tratamientos para este mal... La polémica está servida, Robertito, a ver si te animas a escribir sobre lo que te comento. Muy buen artículo. Gracias y saludos.
ResponderBorrarAún más interesante tu respuesta. Muchísimas gracias.
BorrarSi prevalece el estado de derecho en un estado pienso que no tendríamos que temer ni a las religiones ni a la comunidad científica "mal intencionada". Las religiones siempre quieren imponer sus "valores y principios", pero adónde quedan los derechos de los que no profesan, ambos grupos pagan impuestos, impuestos que son usados para favorecer a sus comunidades favoritas.
ResponderBorrarMuy buen artículo.
Si prevalece el estado de derecho en un estado pienso que no tendríamos que temer ni a las religiones ni a la comunidad científica "mal intencionada". Las religiones siempre quieren imponer sus "valores y principios", pero adónde quedan los derechos de los que no profesan, ambos grupos pagan impuestos, impuestos que son usados para favorecer a sus comunidades favoritas.
ResponderBorrarMuy buen artículo.